Cuestión de principios
Para Valentina Aznarez y Glauco
Branda , ser vegetarianos es un principio ético que mantendrán
hasta el último día. Es que está estrechamente ligado a la filosofía espiritual
oriental que practican, Yan Sheng Tao, la cual profesa la misericordia hacia el
reino animal. “El primer precepto de una práctica espiritual dice ‘no matarás’
y no se refiere solo a seres humanos; habla de respetar cualquier forma de vida
que tenga capacidad de sufrir”, dice Branda. Si bien esta práctica les da libre
elección en cuanto a la dieta, sí promueve la toma de conciencia: ser
vegetariano es parte de un todo para alcanzar la armonía interior.
Antes de reflexionar sobre esto, el hombre iba de asado en
asado, ni remotamente se imaginaba una salsa bolognesa para los clásicos
tallarines del domingo con un ingrediente que no fuera carne. Un día, sentado
frente a un plato de chipirones, le pidió una señal a Dios porque no estaba del
todo convencido de la decisión a tomar. “Lo que vi cuando me trajeron el menú
fue un puñado de calamares bebés y sentí un dolor profundo. Aparté el plato y a
partir de ese momento nunca más tuve la necesidad de comer carne”, recuerda. De
hecho, ahora le da “asco”. Más claro, imposible: “Es como si un carnívoro
sintiera el olor de un humano muerto, para nosotros es lo mismo, vemos un
pedazo de animal pudriéndose”.
Su esposa y su hija de 4 años se alimentan de igual forma. Y
aunque las controversias suelen generarse sobre todo en torno a los menores que
llevan adelante esta vida, él se mantiene firme a su convicción: “Las hijas de
mi maestro espiritual son vegetarianas desde que nacieron, ahora son adultas y
están sanas y fuertes”. Los médicos de la pequeña están al tanto de esto a la
hora de los exámenes de rutina. Sería imposible no saberlo ya que el carné de
control tiene una banda roja cruzada que dice ‘vegetariana’. No se lo pusieron
en la frente de casualidad”.
Se trata de una causa, no de una cuestión de gusto; sin
embargo buscan que la comida sea sabrosa. “Empezás a investigar qué se puede
cocinar para que los alimentos resulten atractivos; se puede ser vegetariano
sin tener que comer tomate y lechuga todo el día”, señala Aznarez, quien
después de encontrar una y mil formas de elaborar platos en base a verduras,
frutas, cereales, proteínas de origen vegetal y legumbres, ahora dicta cursos
de cocina para quienes están en la búsqueda.
Las clases están diseñadas tanto para los vegetarianos que
quieren ampliar el menú pero les cuesta darse maña con la preparación, como
para las personas que desean iniciarse en esta dieta pero se ven limitadas por
desconocer las opciones. Que aprendan a hacer hamburguesas de lentejas,
albóndigas de proteína de soja, milanesas de trigo burgol o seitán a la
vinagreta forma parte del programa. Además, en el mismo Centro Hotei Fó
funciona un pequeño restaurant y delivery, sobre todo para aquellos que hacen
un alto en la jornada laboral y no tienen muchas opciones de almuerzo
vegetariano cerca del trabajo.
“Me gustaría que cada vez más gente adopte este tipo de
alimentación, pero el cambio jamás puede lograrse a partir de una imposición
sino a través de la toma de conciencia. Los cursos también apuntan a eso”,
señala. Ella dice haber experimentado muchos beneficios con el cambio de su
dieta, hace cuatro años, de ahí que le gustaría que la imitaran. “Si bien lo
hice por amor hacia los animales, también tuvo repercusiones positivas en la
salud. Me siento con más vitalidad, más energía y más tranquila. Cuando comía
carne me notaba más agresiva”, detalla.
Branda, en tanto, asegura haberse repuesto de las gripes
constantes que lo aquejaban hace diez años, cuando era uno de los tantos
carnívoros uruguayos. Y se pregunta si el alto nivel de consumo de carne no
puede estar ligado a los elevados índices de suicidios, depresión y estrés
registrado en el país. “Un individuo es un todo: lo que piensa, siente, come,
hace y cómo vive”. Para ellos, la respuesta es clara.
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