COMO VENCER NUESTRAS PASIONES
STAREZ PAISIO DEL MONTE ATHOS
Una vez, al Monte Athos, vino
a ver al Starez el padre de una niña, enferma de cáncer. Los médicos le dieron
un lapso de vida de pocos meses.
Su padre trajo algunas cosas de la niña para
que el Starez las bendijera, y pidió que rogara por su hija.
El Starez le dijo: Rogaré,
pero tu, como padre, también debes ofrecer a Dios algún Compromiso, ya que el Compromiso
con Amor "predispone" a Dios a ayudar.
El padre preguntó: ¿Que puedo
sacrificar, Anciano Sabio?
El Starez dice: ¿Que pasiones
tienes? Sacrifica una de ellas.
Siendo poco espiritual, el
padre contestó: — No me conozco ni una pasión... Entonces el Starez preguntó:
¿Fumas cigarrillos?
¡Así, deja de fumar por amor
a tu hija, y entonces Dios la sanará.!
Aquel prometió hacer así y
realmente dejó de fumar.
Después de esto la niña empezó a mejorar, hasta que
sanó completamente. Mas tarde los médicos confirmaron su total recuperación.
Pasado un cierto tiempo, el
padre, olvidando su promesa, de nuevo comenzó a fumar. Simultáneamente con esto
el cáncer empezó a volver a su niña, de manera que llegó de nuevo al estado
critico.
Entonces el padre de nuevo fue al Monte Santo al Starez. Mirándolo con
severidad, el Starez le dice:
"Si tú, siendo padre, no
posees suficiente devoción para sacrificar tu pasión y salvar la vida de tu
hija, yo en nada te puedo ayudar."
El Starez insistía en subrayar, que el hombre no tiene
derecho a decir "no puedo," a lo sumo puede decir: "no me
gusta" o "no quiero."
Cuando las personas, están
bajo el poder de alguna pasión, dicen que una fuerza les impide hacer el bien.
Deben saber, que esta fuerza no es otra cosa que su propia fuerza, que les fue
dada para amar, pero que ella comenzó a actuar en dirección errónea.
“He aquí, yo estoy á la puerta y llamo:
si alguno oyere mi voz y
abriere la puerta,
entraré á él”
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Y como
ellos aman a sus pasiones, es natural, que no quieren rechazarlas, ya que lo
que amas — no lo quieres perder.
Por consiguiente, al comenzar a odiar su
pasión, es necesario encontrar algo mejor y más elevado para sustituirla.
Ya
que el hombre, si no puede encontrar algo mejor para sí, no sabrá hacia donde
dirigir su amor y sus fuerzas, y por ello va a sufrir.
A menudo, la gente viene a mí
y dice:
— Anciano Sabio, fumo y no
puedo dejar el cigarrillo. ¿Que debo hacer?
El Starez pregunta: —
¿Quieres dejar?
Recibo la respuesta: — Si, Anciano
Sabio, hice muchos intentos sin resultados.
Entonces digo: — Si,
¡ocurre!... Desde este momento no fumes más y Dios te ayudará. El hombre en
poder de la pasión, mayormente, responde:
— ¡De ninguna manera, Anciano
Sabio, no puedo!
Aquí, el Starez,
interrumpiéndolo, dice en forma de mando:
— No existe "no me es
posible," ¡cumple y nada mas! No te rindas a pensamientos que te sugieren,
que no podrás ante ese hábito.
Con esto el Starez inculcaba
a cada uno de nosotros que somos dueños de nosotros mismos. Si nos hicimos
esclavos de alguna pasión, es por nuestro propio deseo.
Y si vamos a quedar sus
esclavos, es solo por cariño a ella, porque nos agrada vivir en esclavitud.
Pero, cuando amemos nuestra
libertad, y al estar con Cristo, desde ese momento, cuando nosotros lo
queramos, nos liberaremos de la pasión, y nos transformaremos en hijos de Dios.
Esto demuestra que somos dueños de nosotros mismos.
A ellos El les
ordenaba liberarse del yugo del pecado y acercarse a El. Al lujurioso le decía
no fornicar. Al ladrón: "no robar." Al mal pensado: "no
juzgar."
Si nosotros fuéramos esclavos
contra nuestra voluntad, Dios no nos ordenaría:"Salgan de allí y vengan hacia Mi," Ya que
no podríamos cumplirlo.
Por eso, si Él nos dice que nos retiremos solos, esto
significa que nosotros nos sometimos voluntariamente a nuestras pasiones — las
amamos y las deseamos.
Pero, desde el momento en que las empezamos a odiar y
dirigimos nuestro amor a Dios — inmediatamente nos liberamos de ellas.
Tener conciencia de que
voluntariamente nos sometemos a las pasiones y por ello estamos enfermos por
ellas.
Hay que odiar a nuestra
pasión, pues ella nos destruye.
Hay que amar a Dios y a la
virtud.
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