Articulo bajado de la Revista on line TAI CHI CHUAN
Durante un seminario de Taiji estilo Wu que impartió en Los Angeles poco antes del fallecimiento de Wang Peisheng, Zhang Yun, uno de sus alumnos más cercanos, mantuvo con nosotros una animada charla sobre sus experiencias en el aprendizaje del Taiji, la enseñanza tradicional y el futuro al que en su opinión parece abocado el Taiji.
Zhang Yun es un hombre de gestos suaves y tranquilos que no aparenta el indiscutible nivel que ha alcanzado en las artes internas. En los años que llevo practicando artes marciales no había experimentado nunca tal capacidad de neutralización. Absorbe ataques de cualquier intensidad y velocidad con una suavidad asombrosa y te proyecta sin esfuerzo alguno y sin la menor violencia. Al final de una jornada de entrenamiento nos sentamos a hablar tranquilamente y poco a poco nos van envolviendo su voz grave y pausada y la risa queda que a menudo salpica sus recuerdos.
¿Podría hablarnos de su formación, de cómo fue su aprendizaje?
Me crié en China durante los años de la Revolución Cultural. Aquello supuso una auténtica guerra contra todo lo tradicional, y nadie enseñaba artes marciales abiertamente. A mí me interesaban mucho, pero no encontré a ningún profesor hasta principios de los 70. En aquella época estuve una temporada trabajando en el campo. Allí conocí a un campesino joven que practicaba lucha china (Shuaijiao). Nos hicimos buenos amigos y él me enseñó lo que sabía y me presentó a otros compañeros suyos.
Entonces yo tenía unos diecisiete años y ellos rondaban los veinte. Poco después me presentaron a Luo Shuhuan, uno de los primeros discípulos de Wang Peisheng. Él me enseñó la forma larga tradicional del estilo Wu. La aprendí en seis sesiones, lo que hizo que Luo se fijara en mí. Al ver que era despierto y aprendía rápido, al cabo de un año decidió presentarme directamente a su maestro, Wang Peisheng, y me dijo que lo mejor era que aprendiera con él de manera individual. Para mí fue todo un honor, ya que en la tradición china es muy poco habitual que tu maestro te lleve a aprender con otro de la generación superior.
Hacia 1975 comencé a aprender con Wang. Al principio había muchas cosas que no comprendía. La enseñanza en aquellos tiempos era muy diferente a la actual, los maestros tradicionales no enseñaban mucho. Te explicaban un movimiento, pero no daban muchos detalles. Cuando tú observabas algo y preguntabas, entonces te respondían. Si no preguntabas, eso quería decir que aún no necesitabas esa información. Pero yo siempre he dado muchas vueltas a las cosas, reflexionaba mucho y hacía preguntas constantemente.
De Luo Shuhuan aprendí lo difícil que era “sentir” el Taijiquan. Con él trabajé la forma larga durante siete años, que fueron, creo, los que tardé en captar la esencia del Taiji. Durante ese tiempo vas aprendiendo cosas, adquieres diferentes habilidades. Sí, puedes hacer cosas, ganar combates, pero en realidad no estás seguro de lo que estás haciendo, no sabes si estás siguiendo los principios. Pero con el tiempo llega un momento en que ciertas piezas encajan y de repente lo entiendes. Es lo que se llama dong jin, “comprender la fuerza”. Esto sí es un gran paso, porque hay gente que practica durante muchos años y nunca llega a comprender el Taiji. Uno puede aprender muchas cosas, pero es muy difícil llegar a captar la esencia. Yo necesité siete años, es mucho tiempo.
Los años que pasé aprendiendo con Wang Peisheng fueron muy intensos. Todos los martes iba a su casa hacia las nueve de la mañana, y me quedaba hasta las seis o las siete de la tarde, así que tenía todo el día para mí, estábamos sólos él y yo, nadie nos molestaba. Podía hacerle cualquier pregunta, aunque a veces no contestaba, como si no me hubiera oído. Pero en otras ocasiones le preguntabas algo y te daba todo tipo de detalles. A veces cuando había más gente delante simplemente no quería hablar. Por eso para mí tenía mucho valor practicar con él a solas.
Cuando Luo Shuhuan murió prematuramente, le pedí a Wang que siguiera enseñando a nuestro grupo, y conseguí convencerle de que fuera los sábados por la tarde a casa de uno de mis hermanos. Por aquel entonces él daba una clase abierta en la ciudad, así que todas las semanas iba a esta clase, a la mía particular de los martes, y con nuestro pequeño grupo los sábados por la noche. Así fue como estuve aprendiendo hasta que vine a América. Después hemos seguido manteniendo el contacto, a veces le llamo o le escribo cartas y sigo haciéndole preguntas, pero no es lo mismo que aprender cara a cara. El contacto directo es primordial.
Cuando un buen profesor te empuja, lo hace de modo que sientas, porque él puede transmitirte lo que siente. Puede utilizar ese lenguaje para describirte la sensación claramente. A veces sólo puede explicarte una cosa así, haciendo que la sientas. Cuando has experimentado eso muchas veces, entonces intentas empujar tú de forma que él sienta lo mismo. Así es como se va adquiriendo la técnica. Pero si tu profesor no te enseña, o si tú te conformas con lo superficial, no puedes aprender.
Que hayas aprendido de un gran maestro no garantiza que seas bueno. Si él no te muestra lo que debes aprender, o si tú no eres capaz de captarlo, no sirve de nada. El Taiji es algo muy personal. No se puede aprender de libros o cintas. Siempre he pensado que es un arte que se ha ido perfeccionando a lo largo de muchas generaciones, poco a poco, acumulando experiencia. Y por eso no creo que nadie pueda conseguirlo solo. El Taiji de alto nivel es necesario que te lo transmitan.
En ese sentido me considero muy afortunado, porque creo que la enseñanza que recibí me permitió captar lo esencial, pero hay muchas habilidades concretas que no conozco. Estas “pequeñas habilidades”, si uno entiende lo fundamental, pueden hacer que su nivel mejore mucho, y sólo se pueden adquirir pasando mucho tiempo con tu maestro, observando y preguntando mucho.
Mi problema, si me comparo con mis hermanos de escuela, es que no trabajo duro, no practico lo suficiente. Por eso mi gongfu básico no es muy alto. Había un compañero de mi grupo que practicaba mucho, sin descanso, pero no era muy despierto. Wang me decía, “Unos practican mucho pero son lentos. Otros, como tú, piensan mucho y entienden rápido, pero no practican, así que ninguno de los dos llegaréis a ser buenos”. A veces decía cosas que te hacían sentirte muy mal. (ríe)
Y es verdad. Hoy en día, comparado con sus tiempos, no practicamos lo suficiente. Para Wang nosotros no practicábamos en serio, sólo jugábamos. Pero para llegar a ser bueno en Taiji no sólo hay que practicar mucho, sino que también hay que pensar mucho. Y necesitas que tu profesor te ayude de verdad.
Pero es curioso, Wang decía que cuando uno realmente comprende el Taiji se vuelve vago. (ríe) Y es cierto, yo lo he experimentado. Cuando eres joven haces músculos, lucha, necesitas ponerte muy fuerte. Pero cuando “comprendes”, lo que ocurre es que dejas de necesitar otros recursos, ya no hacen falta. Y claro, cada vez practicas menos, porque sabes que ya no vas a necesitar esas cosas.
¿Qué relación ve entre el Taiji y otras artes internas?
Como he dicho, antes de aprender Taiji ya había hecho lucha, y también había aprendido Tongbeiquan, Baiyuan Tongbei. Después de centrarme en el Taiji seguí haciendo Tongbei, pero la lucha la fui dejando, porque comparada con el Taiji era demasiado dura. Después empecé a interesarme por el Bagua, y el mismo Wang se ofreció a enseñarme. Con él aprendí estilo Liu, y después aprendí Cheng y Ying, y también Xingyi (quan) y Tantui.
Creo que el Bagua es muy difícil de comprender si es el único arte que practicas. Cuando yo empecé a aprenderlo ya había entendido la esencia del Taiji, y me resultó bastante más fácil. Es diferente, claro, pero la progresión a través de las diferentes fases es más rápida, porque ya sabes lo que debes buscar. Sólo se trata de seguir los pasos.
En esencia el Taiji, el Bagua y el Xingyi tienen objetivos muy similares. Buscan la máxima eficacia con el mínimo gasto de fuerza. Dicen, “No, no puedes usar fuerza contra fuerza”. Y utilizan métodos y técnicas diferentes para alcanzar el mismo fin. El Taiji se basa en el vacío, el Bagua en el cambio. En Taiji básicamente yo estoy aquí, tú atacas, yo neutralizo y contraataco, pero sigo estando en el mismo lugar. Sin embargo, el Bagua se basa en el cambio total. Cuando tú atacas, al mismo tiempo que neutralizo, estoy cambiando y atacándote desde otro punto, ya no estoy donde estaba.
Por otra parte, en el Bagua no hay unos principios explicados con claridad, como ocurre en el Taiji. El Taiji ha contado a lo largo de su historia con grandes personajes, hombres cultos que han puesto por escrito los principios con mucho detalle. En cambio, en el Bagua no se ha dado ese fenómeno. Los grandes maestros de Bagua eran gente muy trabajadora que se entrenaba constantemente, pero no eran hombres de letras. La transmisión del Bagua ha sido sobre todo oral, y de esta forma siempre se varían cosas. De lo que recibe una persona a lo que comprende, y de esto a lo que transmite, siempre hay cambios y se pierde información. Si se comparan los textos clásicos que existen sobre Taiji y sobre Bagua se puede ver la enorme diferencia entre la calidad de unos y de otros.
Por eso, cuando aprendes Taiji tienes unos principios claros que buscar. En el Xingyi los hay hasta cierto punto, pero en Bagua no hay casi nada. No se explican los principios con claridad. Los clásicos del Taiji son diferentes, utilizan ideas sobre física y filosofía para explicar esos principios. Es un nivel distinto.
¿Cuáles son las diferencias que existen actualmente entre la enseñanza en Occidente y en China?
Ahora no veo grandes diferencias, porque los chinos cada vez se parecen más a los occidentales (ríe). En China algunos de mi generación todavía llegamos a vivir la tradición. Y según la tradición el alumno estudia y no hace demasiadas preguntas. Tienes que trabajar duro y demostrar a tu maestro que tienes potencial para que te enseñe más.
Ahora en Occidente, y también en China, la enseñanza es en gran medida un negocio. Vas a clase y pagas o te pagan, pero lo que se enseña o se aprende no importa mucho. Los ideales tradicionales, la sociedad, las costumbres... todo aquello presionaba al alumno. En la enseñanza tradicional si te esfuerzas aprendes, pero si eres un vago nadie va a querer enseñarte. Por otra parte, antes era más probable que utilizaras las artes marciales a lo largo tu vida, pero ahora casi todo el mundo aprende por hobby, no existen esas presiones. Si pagas la clase, aunque no trabajes no importa. En el pasado, si te expulsaban de una escuela lo tenías muy difícil para entrar en otra, porque la gente pensaba que no tenías potencial. Ahora eso no tiene importancia. Me apetece hacer Karate, y empiezo. Al cabo de un mes me paso al Aikido, o me pongo a hacer Shaolin, o Taiji. Hagas lo que hagas, a nadie le importa. Esa es la gran diferencia.
Sin embargo en la China tradicional uno podía ser pobre e inculto, pero si era realmente bueno en artes marciales podía llegar a lo más alto, a vivir junto al emperador y a ser rico y admirado. Yang Luchan, o Dong Haichuan, vivían en palacio y no hacían nada más que artes marciales. Si demostrabas ser lo bastante bueno, recibías tu recompensa.
Entonces se decía, “Practica artes marciales, sé el mejor y venderás tu arte a la familia imperial”. Por eso entre los siglos XVII a XIX hubo tal cantidad de grandes figuras de las artes marciales en Pekín. Y la competencia era feroz, porque la recompensa para los mejores era muy grande. Por eso había tantos desafíos. Si alguien quería enseñar tenía que estar dispuesto a pelear, porque de lo contrario nadie iba a hacerle caso. Si uno abría una escuela tenía que entrenarse a fondo, porque iba a tener que demostrar continuamente que era bueno. Y si uno decidía “crear” un nuevo estilo, o una variante, muchos iban a reclamar su derecho a ponerlo a prueba. Ahora aparecen estilos nuevos todos los días.
Incluso dentro de una escuela los retos eran habituales. Yo recuerdo haberlo vivido. Desde el momento en que uno empezaba a tener discípulos, tenía que demostrar su nivel. Era habitual que al coincidir con un hermano de escuela de tu maestro algún compañero dijera, “Tío, por favor, enséñame algo”. Eso es un cumplido, pero en realidad también es un desafío. Quiere decir, “Enséñame algo que no sepa, demuestra que eres superior a mí”. Antiguamente se decía, “Si quieres ser famoso, zúrrale a tu tío”. (ríe) Pero en la sociedad actual uno puede llegar a ser muy famoso sin tener que demostrar que es bueno, y eso no beneficia nada a la conservación del arte.
Steven Phillips vive en Los Angeles, California, y practica Shaolin Kung Fu, Taiji estilo Chen y Bagua Jiang Jung Qiao.
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